Académico argentino aborda reflexiones de su libro inédito “Puro Cristianismo”
En esta entrevista, el profesor de ética de la Universidad Nacional de Córdoba invita a purificar el modo de concebir y practicar el cristianismo.
En un seminario que contó con la presencia de académicos y alumnos de Derecho de la Universidad Finis Terrae, el profesor e investigador argentino Hugo Seleme abordó las reflexiones de su libro Puro Cristianismoque se publicará a fines de 2017 y que propone “no utilizar a Dios y a su palabra para fines mundanos”, como la ciencia, la política y la moral. El profesor Julio Alvear Tellez fue uno de los encargados de comentar el texto y la moderación del encuentro estuvo a cargo del director de Publicaciones de la Facultad, Enrique Navarro.
El docente invitado valoró las preguntas y sugerencias que surgieron durante la actividad que fue organizada por la académica Andrea Lucas Garín y agradeció la acogida del decano de la Facultad, Miguel Schweitzer, “quien me hizo sentir en la Universidad Finis Terrae como en mi propia casa”.
El profesor Seleme es doctor en Derecho y Ciencias Sociales. Hace clases de ética y filosofía del Derecho, en la Facultad de Derecho de la Universidad Nacional de Córdoba y es además director de la Maestría en Derecho y Argumentación del mismo plantel. También es profesor visitante del Heidelberg Center for Latin America, en Santiago de Chile y profesor visitante de la Unviersitat Pompeu Fabra, en Barcelona, España. Es autor de numerosos libros, como Neutralidad y Justicia, Las Fronteras de la Justicia Distributiva y Laicidad y Catolicismo, y de artículos como El Desafío del Católico Liberal, entre varios textos más.
La profesora Lucas Garín resaltó el valor de una ponencia como la del investigador argentino para el mundo Derecho, ya que destaca que “la argumentación es la clave para sostener posiciones no sólo jurídicas, sino también morales y políticas. Y en eso es necesario profundizar lo que deben hacer no sólo los abogados, sino también los cristianos que quieren vivir una vida comprometida”.
“El libro ofrece nuevas razones a favor de la tolerancia”, explica el propio autor de Puro Cristianismo, un creyente que nos concede esta entrevista, donde repasa su formación cristiana e intelectual y nos explica por qué le parece errado que las Sagradas Escrituras sean usadas “como un atajo para averiguar cómo es el mundo, cómo debemos comportarnos, cómo debemos organizar las instituciones públicas, o cuál es la manera de alcanzar el bienestar espiritual”.
Usted fue educado en una familia cristiana, donde había discusiones en torno a la mesa, tanto religiosas, como políticas, morales, entre otros temas. ¿Cómo fue esa formación?
Sí, mis padres son cristianos Maronitas. Mis abuelos emigraron desde el Líbano a Argentina. Allí las discusiones morales y políticas estaban irremediablemente unidas a las religiosas. La mesa familiar era el lugar privilegiado para este tipo de conversaciones donde comenzábamos hablando del Evangelio del Domingo y terminábamos en algún tema político de actualidad, sin ningún tipo de transición. Mi formación cristiana comenzó con mis padres y siguió en la escuela parroquial San Pablo donde cursé la primaria y la catequesis. La escuela secundaria la realicé en el Seminario Menor de Jesús María. Finalmente, me recibí de profesor de Filosofía y Ciencia de la Educación en el Instituto Católico del Profesorado.
¿Cómo se cultiva ser un “cristiano-reflexivo”? ¿Es necesario separar ambas cosas?
No es posible ser un cristiano irreflexivo, precisamente porque el Cristianismo es el ejercicio de reflexión de una comunidad de creyentes acerca de la persona de Cristo. ¿Qué implica que Dios se haya encarnado?.Esa es la pregunta sobre la que indefectiblemente todo cristiano debe reflexionar. Lo que sí es necesario distinguir es esta reflexión religiosa de otro tipo de reflexión que posee sus propios métodos, como la reflexión científica, moral o política.
Su libro “Puro Cristianismo” plantea que Dios no puede ser usado para resolver los problemas de la ciencia, la moral, la política y la salvación personal. ¿Por qué?
Intentar utilizar a Dios o a las Sagradas Escrituras para alcanzar cualquier otro fin, ya sea para hacer avanzar nuestro conocimiento científico del mundo, o para determinar cuál es el modo moralmente correcto de comportarnos, o la manera correcta de organizar las instituciones coercitivas del Estado, o el modo de alcanzar el bienestar espiritual o psicológico, es profanar lo sagrado. Implica utilizar a Dios y a su palabra para fines mundanos. El mensaje central del Cristianismo es que el Dios personal se hizo hombre para estar con nosotros. La palabra de Dios -esa que en el Éxodo dice “Yo soy el que está”- se hizo hombre para que su presencia se nos volviese visible. La encarnación es la realización de esa declaración del Éxodo. Este es el núcleo sagrado del Cristianismo y el mensaje de las Sagradas Escrituras.
¿A qué se refiere con la idea de purificar el Cristianismo para “evitar la profanación de lo sagrado”?
Considero que el Cristianismo es la verdadera religión, entonces no creo que deba ser purificado de nada. Lo que sí debe ser purificado es el modo de concebirlo y practicarlo. Me refiero a este afán por utilizar las Sagradas Escrituras como un atajo para averiguar cómo es el mundo, cómo debemos comportarnos, cómo debemos organizar las instituciones públicas, o cuál es la manera de alcanzar el bienestar espiritual. Esta forma espuria de vivir el Cristianismo ha sido una que he tenido durante mucho tiempo y el libro recoge algunas de las razones que me hicieron ver que era equivocada.
¿No corresponde, entonces, que se apele a argumentos religiosos cuando se discuten temas éticamente controversiales, como el aborto o la unión de parejas del mismo sexo, por ejemplo?
Las Sagradas Escrituras contienen mandatos e ideales morales. Sin embargo, me parece un error utilizar a las Escrituras para probar o dar sustento a esos requerimientos morales. Las Escrituras contienen estos preceptos morales porque uno de los atributos de la divinidad es su bondad. Estos preceptos están allí para que sea perceptible para nosotros que quien habla allí es bondadoso y, por lo tanto, es Dios. La bondad de estos preceptos no se explica por el carácter Sagrado del texto que lo contiene, sino que es el carácter sagrado de las Escrituras lo que se entiende cuando se aprecia su bondad. Sabemos que quien habla en las escrituras es Dios porque lo que dicen es bondadoso o moralmente correcto. No es que sabemos que lo que señalan es moralmente correcto porque son la palabra de Dios.
¿Eso quiere decir que las iglesias no debieran opinar sobre esos temas éticamente controversiales?
La Iglesia puede y debe seguir hablando de asuntos morales sin utilizar la apelación a las Sagradas Escrituras como una especie de prueba de autoridad o atajo para llegar a la verdad moral. Para descubrir lo moralmente correcto los cristianos utilizamos los mismos métodos que cualquier ser humano: intentamos acomodar nuestras intuiciones morales a partir de un conjunto coherente de principios. Lo mismo se aplica a otros ámbitos como la política o la ciencia. Para hacer ambas, los cristianos debemos utilizar los métodos propios de cada disciplina y debemos resistirnos a la tentación de utilizar a la Sagradas Escrituras para alcanzar estos objetivos. Quien utiliza a las Escrituras con estos fines no sólo hace mala ciencia, moral o política, sino que -y lo que es más grave- desvirtúa el núcleo sagrado de la religión cristiana.
¿A quiénes está dirigido el libro?
El libro es el fruto de la experiencia religiosa de un cristiano intentando dialogar con otros que comparten su fe. Lo único que me ha movido a escribirlo es la esperanza de que mi camino personal pueda servir a otros creyentes en Cristo.
¿Y qué aporte puede hacer el libro al mundo del Derecho?
El libro puede ayudar a los cristianos a encontrar razones religiosas para no intentar imponer a través del aparato coercitivo jurídico sus convicciones morales. El libro ofrece nuevas razones a favor de la tolerancia.
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