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Dra. Rosario Undurraga: “El cambio hacia una equidad de género es posible si todos estamos involucrados y si se traduce en prácticas cotidianas”
La académica, doctora en Sociología por la University of Warwick en Reino Unido, es profesora titular de la Escuela de Ciencias de la Familia e investigadora del Centro de Investigación en Psicología, Educación y Familia (CIPEF) de la Universidad Finis Terrae.
Por Equipo Vicerrectoría de Investigación, Creación Artística y Doctorado
Chile ocupa el puesto 21 entre 146 economías en el Informe Global sobre la Brecha de Género 2024 del Foro Económico Mundial, que mide la paridad de género en participación y oportunidades económicas, educación, salud y empoderamiento político. A nivel regional, el país se posiciona cuarto en América Latina y el Caribe con mayor equidad entre hombres y mujeres, superado por Nicaragua, Ecuador y Costa Rica.
Pese a estos indicadores, el mismo informe advierte que, al ritmo actual, podríamos tardar cinco generaciones -equivalente a 134 años- en alcanzar la equidad de género.
Estas brechas inciden en todas las áreas de la vida, también en lo laboral. “Todavía hay un gran número de mujeres en Chile fuera del mercado de trabajo, y para aquellas que logran insertarse, las condiciones siguen siendo desfavorables y complejas, enfrentando desigualdades que obedecen a su género y no a sus competencias. “Estas brechas responden a componentes estructurales y factores culturales,” sostiene la dra. Rosario Undurraga Riesco, investigadora del Centro de Investigación en Psicología, Educación y Familia (CIPEF) de la Universidad Finis Terrae.
La dra. Undurraga, con una reconocida trayectoria en el estudio de la relación entre género y trabajo, analiza la participación laboral femenina y las dificultades de las mujeres para acceder y mantenerse en posiciones de poder en las organizaciones, un fenómeno que persiste a pesar de los altos logros educativos y el desempeño que muestran en sus lugares de trabajo.
La académica agrega que es relevante observar las condiciones laborales y personales bajo las cuales las mujeres viven y trabajan: bajos salarios, mayor informalidad, más desempleo que los hombres y sustantivamente más carga del trabajo de cuidado y doméstico en la crianza y el hogar. “Esto hace el diario vivir distinto, afectando su bienestar físico y emocional, así como sus trayectorias laborales y vejez. Todo esto afecta a las formas de hacer familia y a nuestra sociedad” explica la doctora en Sociología por la University of Warwick en Reino Unido.
¿Cuáles serían las políticas propicias para promover una mayor equidad?
“Lo primero es darnos cuenta de que los cuidados son tarea de todos. Entonces, la crianza de los hijos y el cuidado de otros miembros de la familia son una responsabilidad tanto de hombres como de mujeres y no solo una labor asignada a cada familia -y ahí cada uno ve cómo lo resuelve, usualmente siendo las mujeres de esas familias las encargadas de cuidar y, muchas, en aislamiento-, sino que es un asunto como sociedad, lo que involucra a la comunidad, Estado, mercado, individuos y familias”.
En este contexto, la académica señala que algunos beneficios laborales están diseñados exclusivamente para madres trabajadoras, como el acceso a sala cuna para hijos menores de dos años, limitado a mujeres empleadas en empresas con más de 20 trabajadoras.
¿Cómo podemos garantizar una infancia protegida, independiente de las condiciones laborales de los padres?
“Es importante cambiar el foco: pasar de esas restricciones basadas en las condiciones contractuales de la madre trabajadora al foco en el niño o niña, independiente de la condición bajo la cual trabajan los padres. El acceso universal a sala cuna sería una acción importante para fomentar la igualdad y garantizar que los futuros chilenos tengan una infancia protegida”.
La académica señala que “cuando los hombres se involucran activamente desde temprana edad en los cuidados de sus hijos, como hacerlos dormir, preparar a los niños para ir o buscarlos al colegio, preparar la comida, llevarlos a citas médicas, apoyarlos en las tareas escolares, ocuparse de su crecimiento emocional, y un sin fin de tareas diarias que en su mayoría realizan las mujeres en nuestro país, avanzamos hacia una mayor equidad”.
Las barreras para el avance laboral de las mujeres
La dra. Undurraga señala que diversos estudios muestran que, desde la educación escolar hasta la universitaria, las mujeres suelen ser más “mateas” y con mejor rendimiento que los hombres. Pero, al ingresar al mercado laboral, se enfrentan a “castigos” relacionados con la maternidad, limitando sus oportunidades de ingreso y ascenso en sus trayectorias laborales.
En su post-doctorado en la Universidad de Chile, la académica analizó los procesos de reclutamiento y selección de personal, advirtiendo que se penaliza a las mujeres incluso por la posibilidad de ser madre, sean o no quieran serlo. “Pero el área laboral es una parte de la vida, aunque en Chile nos toma la mayoría del día y la vida”, explica la dra. Undurraga.
En ese sentido, indica que “más allá del trabajo, los hombres gozan de más tiempo libre que las mujeres, quienes suelen estar sobrecargadas con tareas domésticas y de cuidado no solo a niños, sino también a personas mayores. Esto se relaciona con las expectativas culturales y sociales que aún persisten en nuestra sociedad, así como la participación esporádica de los hombres en los cuidados”.
La inserción de las mujeres en oficios “masculinos”
Desde hace dos años, la dra. Undurraga participa como investigadora principal de la línea trabajo en el proyecto Anillos “Descentrando desigualdades de género” financiado por ANID y alojado en la Universidad de Valparaíso, donde examinan trayectorias laborales atípicas según género, como mujeres en el rubro pesquero y hombres en servicio doméstico.
“Nos interesa explorar cómo los trabajos feminizados y masculinizados se distribuyen, qué desafíos presentan y cómo las identidades vinculadas al territorio y al género afectan las dinámicas laborales y las vidas de estas personas”, comenta la académica.
La investigadora del CIPEF indica que no se trata solo de estudiar un fenómeno, sino de “aportar a políticas públicas que permitan que la vida sea más sostenible y amable para todos, para lo que necesitamos concientizar sobre las disparidades de género con las que convivimos y también lo que podemos hacer como individuos, familias, Estado, mercado y comunidad para subsanarlas”, concluye la dra. Rosario Undurraga Riesco.