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Rector Cristian Nazer reflexionó sobre la docencia en nuevo mensaje “Horizonte de Desarrollo”

La autoridad analizó los desafíos en el área e invitó a que “las comunidades académicas sean cada vez más conscientes de la exigencia formativa que tiene el cambio de época que experimentamos”.

Publicado: Agosto 31, 2021

Estimados académicos:

En innumerables ocasiones que he visitado organizaciones públicas y privadas, he recibido felicitaciones o comentarios muy positivos sobre nuestros egresados. Me han hablado de profesionalismo, compromiso y sobre todo de una calidad humana que no es casual sino es parte del “sello” Finis Terrae. Es por esto que al abordar el tema de la docencia me refiero al proceso formativo completo, a aquel periodo universitario en que el joven adolescente transita un camino de madurez y de construcción identitaria y despliega alas para avanzar en el futuro de manera autónoma. Debemos estar satisfechos del camino recorrido, pero debemos prepararnos para lo que viene, nada más peligroso que dormirnos en los laureles.

Docencia y cambio de época

Hoy nos encontramos con una labor docente exigida por los nuevos tiempos. La pandemia, sin duda, ha obligado a grandes esfuerzos pedagógicos, cuyos resultados aún no conocemos del todo; sin embargo, y hacia allí quisiera llevarles en esta reflexión, es el cambio de época aquel que nos desafía de manera estratégica. Hasta ahora enseñábamos pensando en una profesión que buscaba aportar a paradigmas de desarrollo tradicionales, con etapas y espacios de inserción bien definidos. Hoy sabemos que la manera de construir sociedad y cultura está cambiando y que estamos en una etapa de transición apasionante, pero a la vez compleja.

La Universidad, desde su origen, no es un espacio de observación pasivo de estos cambios epocales, por el contrario nace para analizarlos, explicarlos, anticiparlos y para aportar en conducirlos de manera adecuada. Los estudiantes llegan a las aulas universitarias para forjar nuevas perspectivas y desde allí, desde esta reflexividad, liderar los procesos en curso. Es posible que algunos experimenten el desazón de pensar que en el contexto social y cultural actual aquello es menos practicable que en años pasados, cuando nosotros éramos estudiantes universitarios. Les animo a no dejarse llevar por esta tentación, ya que la misión original de la universidad sigue siendo tan vigente como siempre.

Por ello, en este nuevo contexto, ante el inmenso desafío que enfrentamos, mi primera invitación es que las comunidades académicas sean cada vez más conscientes de la exigencia formativa que tiene el cambio de época que experimentamos. No hay escuela, disciplina, profesión que hoy no deba repensarse en profundidad para mantener a mediano plazo su pertinencia. No se trata de un ejercicio baladí y frívolo en que simplemente reemplazamos lo que existe por algo nuevo, sino de un acto de inculturación, en que los valores más profundos que albergamos deben iluminar el nuevo tiempo. No es, por tanto, sólo un cambio de metodologías de enseñanza que, si bien seguramente son necesarias, deben supeditarse al cumplimiento en profundidad de la misión universitaria; nuevas metodologías sin un repensamiento previo del proceso educativo se convierten en instrumentos vacíos.

No debemos temer lo que este cambio significa, pero debemos tomarlo en serio. Los cambios curriculares que estamos llevando adelante deben considerar los debates que hoy atraviesan las disciplinas y deben responder a las necesidades que tendrá el profesional que deberá ejercer por varias décadas. Para nosotros es una exigencia moral el dar a nuestros estudiantes una formación pertinente, con todo lo que ello implica, tal como lo hemos hecho hasta ahora.

Formación integral

El Papa Francisco, en su visita a Chile, insistió en que la labor de las universidades de sello católico es “enseñar a pensar y a razonar de manera integradora”. En palabras del Pastor: “Tal proceso de alfabetización exige trabajar de manera simultánea la integración de los diversos lenguajes que nos constituyen como personas. Es decir, una educación —alfabetización— que integre y armonice el intelecto, los afectos y las manos— es decir, la cabeza, el corazón y la acción. Esto brindará y posibilitará a los estudiantes crecer no sólo armonioso a nivel personal sino, simultáneamente, a nivel social. Urge generar espacios donde la fragmentación no sea el esquema dominante, incluso del pensamiento; para ello es necesario enseñar a pensar lo que se siente y se hace; a sentir lo que se piensa y se hace; a hacer lo que se piensa y se siente. Un dinamismo de capacidades al servicio de la persona y de la sociedad.”

En varias ocasiones les he invitado a leer el texto que el Papa Francisco nos dejó en su visita a la Pontificia Universidad Católica, pues de manera muy clara responde a los desafíos profundos que hoy tenemos. Alfabetizar a las nuevas generaciones no consiste sólo en enseñarles a comprender textos, a manejar herramientas por muy relevantes que estas sean, sino sobre todo a que cada persona “pueda ser uno en sí mismo”. Si miramos el proceso formativo podemos ver un camino en espiral en que todo ejercicio intelectual, es también un ejercicio integrativo, un ejercicio de humanidad, un ejercicio que contribuye al desarrollo de la identidad.

Las escuelas de nuestra Universidad deben ser conscientes de este desafío, cada docente debe no sólo conocer la asignatura que dicta sino también la riqueza y perspectiva del proceso completo del cual es protagonista. Cada unidad académica debe ser siempre capaz de dar “perspectiva”, pues sólo cuando se logra la llamada “alturas de miras” es posible llevar adelante grandes transformaciones. El recientemente redefinido perfil genérico de egreso de nuestros estudiantes no se logrará sólo con la existencia de unos cuantos cursos a lo largo de su currículo; es necesario que las competencias y los objetivos misionales ahí expresados permeen toda la malla, que se hagan vida de una u otra manera en cada una de las asignaturas. Tomemos, por tanto, con mucha seriedad y responsabilidad los diversos procesos de innovación curricular que se están desarrollando al interior de nuestras escuelas, preguntémonos cómo podemos lograr una contribución significativa desde mi asignatura a la formación integral de nuestros estudiantes.

Formar para la comunidad

Como les he insistido varias veces, la Universidad Finis Terrae es un espacio para el desarrollo de proyectos comunitarios. Nos hemos pensado en comunidad, nuestra misión apunta al camino con otros. Hoy, en tiempos de gran soledad, en que se sobrevalora la autonomía, formar en la experiencia de comunidad es un valor agregado fundamental.

Los invito a pensar estas experiencias docentes en claves intercultural e intergeneracional. Hace algunos años, cuando adherimos a la política de gratuidad lo hicimos pensando en que en la Finis Terrae pudiera convivir y compartir el Chile real. Hoy ello es realidad y necesitamos enfatizar la experiencia de diálogo, encuentro y valoración entre personas de origen diverso. Esto es un sello formativo fundamental. Lo mismo ocurre con las experiencias de encuentro entre los docentes y sus alumnos, poder pensarlas en clave intergeneracional, de enriquecimiento mutuo entre jóvenes y adultos, es un desafío para cada una de las escuelas.

Estamos ad portas de un nuevo semestre en que, Dios mediante, nos volveremos a encontrar presencialmente. El retorno será esperanzador, pero también desafiante. Sabemos que los aprendizajes que se producen en el dolor requieren espacios para procesarse y decantarse. Tenemos que generar las condiciones para que todo aquello que se ha sembrado genere abundante fruto. No tengo dudas que esto será así, pues nuestra Universidad siempre ha sido un hogar acogedor para aquellos que se esfuerzan en la búsqueda del bien, la verdad y la belleza.

Pido que el Espíritu Santo bendiga con sus dones a cada uno de los docentes de nuestra Universidad y los anime en su invaluable tarea para que sigamos siendo reconocidos por el alto valor agregado que en las aulas, y en el campus, aportamos a nuestros estudiantes.

Un saludo fraterno,

Cristian Nazer

Rector

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