“En mi opinión, entre todos esos puntos comúnmente rechazados en ambos proyectos —tales como, por ejemplo, el indigenismo o el ecologismo extremo—, destaca de forma palmaria el descarte a la idea del Estado social, promovido por la ultraizquierda como el mascarón de proa en la primera constitución indigenista, y defendido de forma ingenua por cierta derecha «social» en el segundo proceso constitucional, como una forma de traer a Chile la idealizada situación socioeconómica de Alemania o de los países nórdicos (olvidando que estamos en Latinoamérica y que —por amor de Dios—, para tener un estado social alemán debes tener impuestos alemanes, funcionarios alemanes y, sobre todo, políticos alemanes…)”.
Puede leer la columna completa en este enlace.