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Dra. María Salomé Mariotti: por una ciencia sostenible y con compromiso social
La académica de la Escuela de Nutrición y Dietética, es directora del Centro de Investigación Avanzada en Nutrición y Salud de la Universidad Finis Terrae.
Por Equipo Vicerrectoría de Investigación, Creación Artística y Doctorado
La gestión deficiente de residuos agroindustriales como pieles, semillas, carozos, cortezas, sueros y cáscaras, junto con la pérdida y desperdicio de alimentos, son factores clave en la contaminación y emisión de gases de efecto invernadero, según la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO).
En este contexto, la Dra. Salomé Mariotti Celis, directora del Centro de Investigación Avanzada en Nutrición y Salud (CIANS) de la Universidad Finis Terrae, lidera una línea de investigación innovadora, que desarrolla alternativas terapéuticas de consumo oral a partir de desechos y subproductos de la industria agrícola, que por su mal manejo tienen un impacto negativo en el medio ambiente.
“Uno de nuestros objetivos en el CIANS es transformar desafíos ambientales en oportunidades científicas, promoviendo un enfoque más sostenible y eficiente en la gestión de estos residuos biodegradables. Por ello, trabajamos con compuestos bioactivos orgánicos provenientes de descartes agroindustriales que pueden ser aplicables en alimentos funcionales o nutracéuticos”, comenta la Dra. Mariotti Celis, especialista en Ingeniería en Alimentos y Bioprocesos.
La singularidad del cochayuyo
El trabajo en el CIANS no solo se centra en los desechos de la industria agrícola, sino también en compuestos bioactivos derivados de alimentos endémicos de nuestro país, conocidos comúnmente como super alimentos: frutas, verduras, semillas y plantas con un alto valor nutricional pero que están subvaloradas tanto por la industria, como por los consumidores.
“Las algas chilenas por ejemplo, que están presentes a lo largo de toda la costa, son un recurso valioso que aún no se aprovecha pese a su alto valor agregado. Especialmente el cochayuyo (Durvillaea incurvata) que solo crece en condiciones naturales y su desarrollo depende de la salinidad, la temperatura del agua y la acción de las olas, lo que hace muy difícil replicar estas condiciones de manera industrializada”.
Así, a partir de este producto han adoptado un modelo de sostenibilidad social, colaborando con recolectores locales, principalmente mujeres, en pro de fortalecer la economía circular de sus comunidades. “Al integrar estas prácticas aportamos en la transformación de un recurso marino subvalorado en un motor de desarrollo sostenible en el tiempo”, subraya la directora del CIANS.
¿Pero específicamente, qué implica este paso hacia la sostenibilidad?
“La sustentabilidad busca disminuir el impacto ambiental. La sostenibilidad, por otro lado, implica que las prácticas puedan perdurar en el tiempo y proyectarse. Esto incluye tanto los procesos como las personas involucradas. Una actividad sostenible no sólo no contamina, sino que también puede ser viable a largo plazo y permite que otras actividades de la economía se proyecten. Y es en ese marco donde nos movemos como centro de investigación avanzada”.
¿Qué otros productos están considerando en este modelo de estudio?
“Incluiremos hojas de maqui y murta, socialmente más aceptadas en la alimentación occidental que el cochayuyo. Estas hojas, que normalmente se pierden, tienen muchos antioxidantes y polifenoles extraíbles, incluso más que los frutos mismos. Nuestro objetivo es ir más allá de la nutrición holística y del jugo tan difundido en redes sociales. Queremos aplicar un enfoque científico a los alimentos”.
La innovación ha sido el norte en la carrera científica de María Salomé Mariotti. Desde sus inicios como investigadora, se ha enfocado en promover ciencias con impacto social. Esto le valió en 2012 el premio L’Oréal Chile – UNESCO “For Women in Science”, en reconocimiento a su valor como académica y al potencial de sus estudios científicos.
En la actualidad, la Dra. Mariotti está centrada en abrir nuevos horizontes de investigación desde el CIANS, explorando la transferencia tecnológica y la creación de programas de postgrado. Su meta es involucrar activamente a los estudiantes en el laboratorio, colaborando en proyectos de investigación que transformen y mejoren la calidad de vida de las personas más vulnerables, por ejemplo los adultos mayores.
Enriquecer los alimentos es parte de la solución
La producción de alimentos ultraprocesados está muy cuestionada, pero se habla también como una solución real para la escasez de alimentos. ¿Cuál es su perspectiva sobre este debate?
“Con un enfoque científico y de transferencia tecnológica, el ultraprocesado no tiene por qué ser perjudicial para la salud ni contaminante. Es importante considerar el crecimiento de la población y las desigualdades nutricionales que existen en la actualidad”.
Precisamente, en 2023, la Organización Mundial de la Salud (OMS) instó a las empresas de la industria alimentaria, a través de sus estados miembros, a enriquecer los alimentos con micronutrientes (folato, hierro, vitamina A y zinc) para combatir la desnutrición que afecta a 735 millones de personas en el mundo. Esta estrategia puede ser efectiva para combatir deficiencias de vitaminas y minerales, especialmente en niños en edad preescolar y mujeres en edad reproductiva.
Por ello, la directora del CIANS comenta que procesar y ultraprocesar alimentos no puede ser ignorada, ya que mejoraría en forma considerable su accesibilidad y disponibilidad, promoviendo la salud y bienestar de las personas.
Bajo el liderazgo de la doctora María Salomé Mariotti Celis, el Centro de Investigación Avanzada en Nutrición y Salud de la Universidad Finis Terrae avanza en la investigación de compuestos bioactivos y en gestión de residuos, al mismo tiempo que busca integrar objetivos del ideario de la universidad, como lo son el mejorar la calidad de vida, el desarrollo armónico de las personas y la sustentabilidad. “Nos gusta hablar de una ciencia con fe en la integración de minorías y con compromiso social. Eso es hacer ciencia desde una universidad católica”, concluye.