El evento, organizado por la Facultad de Derecho y el Instituto de Bioética del plantel, realizó un acercamiento al fenómeno de la muerte desde diversas disciplinas, como la medicina, la filosofía, el derecho, la teología, la cosmovisión de las culturas originarias y el arte, entre otras miradas que aportaron desde su prisma.

Una de las ponencias estuvo a cargo de la doctora Beatriz Shand, médico neurólogo y profesora del Instituto de Bioética de la Facultad de Medicina Universidad Finis Terrae. La docente partió precisando que “el diagnóstico de muerte encefálica -que es el criterio neurológico en la determinación de la muerte- se ha propuesto en las últimas décadas como una nueva forma de diagnosticar la muerte del ser humano”. A juicio de la Magíster en Bioética, es importante comprender que aun cuando el diagnóstico de muerte encefálica está muy muy ligado al tema de los trasplantes de órganos, “no puede ser entendido sólo como un diagnóstico para el uso de los órganos. El diagnóstico de muerte es importante en sí mismo, tanto para la persona que se le está planteando, como para toda su familia”.

Por su parte, el profesor de la Facultad de Derecho, Ian Henríquez, comenzó su alocución advirtiendo que al hablar de la muerte “estamos frente a un misterio, entonces cualquier pretensión de pseudo-racionalidad objetiva positivista, es al final del día cándida, torpe y miope. Una razón madura, bien templada, exigida al máximo, no puede sino aceptar su límite en el misterio”.

Reducir la muerte a un mero proceso biológico sería un error, detalla el docente, quien puso como referencia el fallo del Tribunal Constitucional referido al análisis de la ley que autorizó el trasplante de órganos, norma que a su juicio “subordina el resto de las disciplinas a la mirada biológica, y eso ya desordena. El jurista ha de intentar buscar la razón de justicia que subyace en el orden de las cosas, entonces cuando hay un desorden inicial, no hay razón de justicia que valga”.

Una mirada originaria.

El Encuentro Universitario quiso aportar también la mirada desde una cultura originaria local y para eso convocó a Hema’ny Molina, presidenta de la Corporación Pueblo Selk’nam Chile. A juicio de la representante indígena, existen muchos tipos de manifestaciones y ritualidades con las que se recibe a la muerte, “dependiendo del lugar del mundo, de la época histórica y de la cultura, pero en todas existen patrones comunes, como el dolor de perder a un ser amado, el miedo de no saber a dónde vamos o la necesidad de creer que algo continúa”.

Molina citó al investigador Carlos Gallardo, para explicar que en la cosmovisión selk’nam “la muerte es inevitable, no existe forma alguna de evadirla y es por ello que se acepta con estoicismo. Cuando muere algún miembro del clan, se deja fluir toda la pena sin tapujos: llora, grita e incluso se puede tirar al piso para llorar sus penas”, explica.

Una mirada desde la filosofía aportó, por su parte, el profesor Alejandro Serani, de la Universidad San Sebastián. “’La vida más intensamente vivida aleja el temor de la muerte’. Lo aleja porque potencia e incrementa la conciencia oscura pero certera de que hay algo en nosotros que no muere. De que no todo se resuelve en este mundo. De que lo que se haga de noble en esta vida, más allá de sus resultados empíricos, tendrá inevitablemente su recompensa. De que existe más allá de esta vida terrena un universo de realidades invisibles, para lo cual, -más que para esta vida-, pareciese que estuviésemos destinados”.

Una aproximación desde la bioética entregó el docente de Medicina, Patricio Ventura-Juncá, de la anfitriona Universidad Finis Terrae; y desde la Teología el religioso y académico de la Universidad Católica, Fray Paulo López o.s.a.

Finalmente se llevó a cabo un diálogo entre exponentes y asistentes al Encuentro Universitario y el cierre estuvo a cargo de la artista Gabriela Serani, formada en el Trinity Laban Conservatoire of Music and Dance, de la London Contemporary Dance School.

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