Gina Peña tras superar el cáncer de mama: “Haber vivido esto me hace estar más alerta”
La enfermera coordinadora del Centro de Simulación Clínica subraya que la educación y las campañas de concientización son clave para evitar la muerte de tantas mujeres.
En plena pandemia, en 2021, la vida de Gina Peña Pavez se estremeció. Una mañana, después de la ducha, notó una especie de pelota en su axila. Como enfermera matrona pensó que se trataba de un ganglio. Supo que algo no estaba bien, en forma habitual se realizaba el autoexamen -el mismo que enseña a las alumnas de Enfermería- y los controles con resultados normales.
Luego de muchos estudios llegó el diagnóstico: un adenocarcinoma. Por su experiencia como profesional de la salud optó por una mastectomía completa.
En octubre, mes de la sensibilización y la lucha contra el cáncer de mama, la coordinadora del Centro de Simulación Clínica de la Facultad de Medicina, comparte aquí su experiencia frente a esta enfermedad, que hoy es la primera causa de muerte de mujeres en Chile.
“La educación y las campañas de concientización sobre el cáncer de mama son clave para evitar la muerte de tantas mujeres por falta de acceso o de información”, enfatiza.
-Gina, ¿Cómo fue tu experiencia con el proceso de diagnóstico?
-Soy enfermera matrona, por tanto soy del área de la salud. Independiente de eso, como mujer me hacía habitualmente los controles de mamografía y ecografía. Uno nunca se imagina, ni cree, ni piensa que le va a tocar hasta que en algún control diagnóstico te dicen: “usted tiene algo en la mama y hay que empezar a estudiar”.
-¿Qué sentiste cuando escuchaste eso?
-Es una situación impactante y fuerte; la verdad, sientes que el cielo, el techo, se te viene encima. Es un remezón tan grande, más que un terremoto, en que uno se plantea y se cuestiona la muerte, o sea, sin saber todavía el diagnóstico definitivo ni el pronóstico; basta con que te digan que tienes algo anormal en la mama. Pero cuando te dicen: “su mamografía está alterada” te enfrentas a la cruda realidad de pensar “me puedo morir.” Eso remece todo, tus expectativas, los planes que uno anhela vivir en lo que nos queda de vida.
– Antes de recibir esta noticia, que nunca es buena, ¿cómo lo detectaste?
– De una manera bastante inusual, y por eso estoy agradecida de Dios y la vida. Me había hecho una mamografía hacía tres meses y estaba dentro del rango de mi etapa menopáusica. La mañana del 1 de enero, después de la ducha, me toco la axila y me encuentro una pelota. La palpé y pensé que era un ganglio, pero era muy grande, medio móvil, bien profundo (…) Me asusté, me preocupé, se lo comenté a mi pareja y me dijo: “tienes que ir a revisarte rápido”. Pensé al tiro que era algo maligno: un linfoma, ese fue el prediagnóstico que me hice antes de tiempo.
-¿Qué vino luego?
-Rápidamente me hice la ecografía axilar, que fue lo único que me encontré, ya que en la mama no me había encontrado nada. Me hacía regularmente el autoexamen que enseñaba acá a las alumnas de Enfermería. Y bueno, la ecografía mostró una masa que medía como 3 centímetros de diámetro. Me sugirieron estudios. Así que busqué un oncólogo de mama. Fui a ver a un cirujano oncólogo que conocía y en la consulta, con la ecografía, me examinó y me dijo: “en realidad no tiene pinta de absceso ni quiste, pero tampoco te puedo decir nada; hay que sacarlo”. Así que lo extirparon y se fue a biopsia. Al mes, la biopsia confirmó un adenocarcinoma y ahí supe que eran células malignas. Empezamos los estudios y el proceso, que fue largo. Al inicio no podían encontrar el tumor primario, finalmente se encontró que el foco era en la mama. A pesar de que el comité oncológico sugería algo menos radical, yo, como enfermera matrona, fui agresiva y le planteé a mi cirujano realizar una mastectomía completa, incluso con músculo.
-¿Cómo fue el proceso tras la confirmación del diagnóstico?
-Fue difícil porque costó. Mi hallazgo no era lo normal porque no encontrábamos nada en la mama. Se hizo mamografía, ecografía, resonancia (…) Hicimos un PET que tampoco mostró metástasis; nada. Fue difícil encontrar el foco de este ganglio, el tumor primario. Pasaron 2 a 3 meses y ahí hubo que tomar la decisión de hacer una mastectomía completa.
-Tan importante como la detección fue tu decisión de cómo enfrentarlo.
-La verdad es que nunca me preocupé por la parte de reconstrucción. En ese momento, por el miedo de tener metástasis en otra parte, solo pensaba en sacarlo pronto. Lo demás es secundario. Ya sin la mama, mastectomizada, cambia tu aspecto físico y ahí uno empieza a pensar en cubrir esa falta. Pero esa es una etapa posterior. La primera angustia es deshacerse de la zona tumoral y asegurarse de que no haya metástasis.
-Me imagino que fue un tiempo muy intenso para ti y tu familia. ¿Qué tan importante fue el apoyo recibido de tu entorno, tus amigos, la contención?
-Muy importante, mi familia fue mi apoyo incondicional. Agradezco ser del equipo de salud porque al principio me costó desligarme, pensaba: “no voy a poder trabajar”. Eso fue lo primero que me angustió: tener que dejar mi trabajo, sin saber por cuánto tiempo. Pero no quise mostrarle a mi familia mis temores y angustias. Yo sabía lo que venía. Agradezco haber tenido el respaldo del equipo de salud, con el que había trabajado años, y recibir todo rápido. Esto fue en plena pandemia, en 2021, con restricción de movimiento y todo, así que me sentí apoyada por mi equipo de salud, mi familia y también por la Universidad, mi jefatura y por el equipo con el que trabajo.
-Te preocupaba tu trabajo, mantener tu rutina. Una vez recuperada, ¿cómo fue reintegrarse al trabajo?
-Después de la cirugía y al ver que no había metástasis, me relajé y me enfoqué en volver a mi vida: mi trabajo y mi familia, especialmente mi trabajo. Estuve siete meses fuera y ya estaba desesperada por volver. Mi oncólogo y mi jefatura me sugirieron tomar mi tiempo, pero reconozco que soy trabajólica, así que sentía que estar en mi casa no era la mejor terapia. Afortunadamente, no me costó tanto el retorno. El apoyo del equipo y el saber que me recuperaba bien me dio una convicción interna de que todo iba a salir bien. Nunca me angustió tanto la idea de morir; me preparé incluso antes de saber el resultado definitivo. Pensé en quimioterapia, incluso compré gorros para cuando me quedara sin pelo. Cuando me dijeron que no tendría quimio, solo radioterapia, fue un alivio. Aunque sé que siempre existe la posibilidad de recurrencia, haber vivido esto me hace estar más alerta.
-Con tu experiencia, ¿crees que exista esa posibilidad?
-Es una posibilidad. El tratamiento de mi cáncer de mama es hormonal, a diez años plazo, y después sigo en control. Uno sabe que el cáncer lo puedes haber combatido, frenado, pero siempre está la posibilidad de que vuelva a aparecer. Ya entré al grupo de personas con cáncer de mama y así será hasta que me muera, sea por esto o por otra causa.
-Gina, ¿qué mensajes le darías a la comunidad sobre la importancia del autoexamen y de hacerse los controles periódicos?
-Es absolutamente necesario incluir el examen de las axilas en la detección del cáncer de mama. Mi experiencia personal me motivó a compartir en la Escuela de Enfermería esta recomendación, ya que, en mi caso, no fue un nódulo en la mama, sino un ganglio en la axila. En los exámenes solemos centrarnos en la mama y el pezón, pero hoy no podemos confiar solo en exámenes preventivos como mamografías o ecografías. La autoexploración y el examen precoz en el área extendida, que incluye la axila, son fundamentales. También lo es consultar a tiempo y elegir los centros de tratamiento de forma informada. Es importante que conozcan los beneficios del GES y los sistemas de salud, independiente de la previsión, ya que en Chile existen centros oncológicos de alta calidad tanto públicos como privados. La educación y las campañas de concientización sobre el cáncer de mama son clave para evitar la muerte de tantas mujeres por falta de acceso o de información.
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