Las experiencias de los internos que participan de voluntariados de apoyo durante la pandemia
Los alumnos se integraron para apoyar a diversos equipos de salud durante esta crisis sanitaria, instancia en la cual han aprendido y sumado experiencia profesionales y personales.
En el contexto de la pandemia por COVID-19, alrededor de 160 internos de la Universidad Finis Terrae tomaron la decisión integrarse a los equipos de distintas instituciones de salud que tienen convenios con la Escuela de Medicina, buscando colaborar en la lucha contra los efectos del virus.
Con la coordinación de la Escuela de Medicina, los inscritos se sumaron como voluntarios de apoyo asistencial, motivados por su vocación y el deseo de aportar, tal como reconoce Agustín Teneo, interno de sexto año que se integró al Servicio de Medicina Interna del Hospital de Melipilla.
“Mi principal motivación fue la vocación. Quería que todos estos años de estudio no fueran en vano y que si algo podía aportar en este contexto de pandemia, iba a ser de ayuda. Además, porque sería un aprendizaje continuo tanto de conocimiento como de experiencia” indica Teneo, agregando que “ha sido grato desarrollarme bien con el equipo de salud, pero por otro lado desgastante por la pandemia”.
Una visión similar tuvo Catalina Alvear, interna de séptimo año que se integró como voluntaria en el Servicio de Urgencia del Hospital Urgencia en Asistencia Pública (HUAP), ex Posta Central. “Me inscribí porque, cuando llegó el llamado del hospital, sabía que el personal de salud estaba con una carga laboral extremadamente alta y nuestra presencia podría ayudar a descongestionar un poco su trabajo, además de que estando ahí podrías ser un nexo entre los pacientes y sus familiares, quienes no podían visitarlos” comenta.
Los riesgos de contagio fueron tema para los voluntarios y sus familias. Pedro Marín, interno de sexto año que se integró a la Clínica Las Condes, explica que “cuando apareció la opción se la comenté a mi familia. En el contexto que se vivía, hubo algunas dudas, pero luego lo aceptaron con el compromiso de respetar una especie de protocolo de prevención”, mientras que para Yasna Cabello, interna de séptimo año y voluntaria en Clínica Dávila y Hospital El Carmen, fue “tema de preocupación para ellos, sin embargo, lo conversamos en familia y les expliqué que elegí mi camino y mi profesión por vocación”.
Ya en sus respectivas funciones, los internos se vieron enfrentados a un escenario particular. “En mi vida como alumno no había dado malas noticias a familiares. Fue complicado ver pacientes que ingresaban con mal pronóstico y que no había mucho que hacer por ellos. No sé si fue impotencia o un desgaste emocional, pero fue algo que no había vivido previamente”, asegura Agustín Teneo, quien reconoce que “el taller de malas noticias que impartió la Escuela de Medicina ayudó mucho. También el tema de manejos y cómo relacionarse con el personal de salud, que lo van forjando a lo largo de la carrera”.
“Lo más difícil ha sido ver a los pacientes enfrentados a esta enfermedad tan solitaria e impredecible. Enfrentados solos al dolor, el sufrimiento y la muerte. A pesar de mi poca experiencia, creo que una enfermedad es mejor llevada cuando estás en compañía de tus afectos, sin embargo el COVID-19 es solitario” repasa Yasna Cabello.
Para Catalina Alvear “hubo momentos donde uno siente que lo emocional sobrepasa incluso lo físico. Pero ahí el apoyo de nuestros padres o de personas con más experiencia fue súper importante”. Dentro de las labores que asumió estuvo el “mantener informado a los familiares sobre el estado de los pacientes. Esto fue una de las cosas que más me llenaron, porque esas familias no tenían la posibilidad de realizar visitas y esperaban nuestro llamado. La entrega de información detallada y la contención emocional que uno puede entregar por teléfono es algo que la gente agradece mucho”.
Pedro Marín también repasa las sensaciones que tuvo durante los momentos más intensos de su labor. “Fue un poco impactante, porque uno no está acostumbrado a que se pierdan tantas vidas humanas. Pero nunca estuve solo, siempre tuve a la familia y amigos. Además siempre estuvieron abiertas las puertas de la Universidad, con gente dispuesta a conversar. Se realizaron webinar, reuniones y siempre estuvieron atentos a las necesidades de uno” comenta.
Aprendizaje y conclusiones para el futuro
Al momento de analizar sus vivencias durante este periodo, las conclusiones de los voluntarios apuntan en diversas direcciones. “La formación que me ha entregado la universidad ha sido sólida. Siempre digo que la carrera de medicina la hace la escuela, pero también uno mismo, buscando más información” sostiene Agustín Teneo.
Pedro Marín reconoce que se lleva “un grato recuerdo, pese a lo malo del contexto. Esto porque, si bien uno iba para cumplir una función específica, al final termine aprendiendo no solo del tema médico, sino del trato con las personas, relacionarse con otros. Esta experiencia me ayudó a crecer como persona, no solo en el tema médico. En la visión, la forma de ser y cómo se afronta las cosas”.
Para Yasna Cabello, con esta experiencia ha ratificado algo que ha aprendido durante sus años como estudiante de Medicina en la U. Finis Terrae. “He entendido que nuestro rol no es solo de ‘curador’ si no también de ‘cuidador’. Tratar al paciente como persona, de manera digna y humana, estableciendo una atención basada en la confianza y empatía, y contribuyendo a su bienestar” indica.
Por último, Catalina Alvear recoge como aprendizaje que “uno no puede ayudar si no sabe lo que está haciendo. Es importante el estudio y la capacitación previa en este tema en particular y también la experiencia que uno suma en los campus clínicos. Además, en la Escuela de Medicina nos han enseñado, desde los primeros cursos, que la parte humana en medicina es esencial y en esta experiencia siento que nuestro mayor aporte fue humanizar la hospitalización de los pacientes”.
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