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Marco Antonio de la Parra obtiene Premio a la Creación Artística Finis Terrae: “El arte funciona como los sueños para una sociedad”
El escritor, dramaturgo y psiquiatra repasa su destacada trayectoria artística en una entrevista que da tras ser elegido de forma unánime por su aporte a la cultura y al mundo académico.
Es el segundo año consecutivo que la Universidad Finis Terrae entrega el Premio a la Creación Artística, y en esta oportunidad recayó en el destacado académico de la Facultad de Artes, Marco Antonio de la Parra.
El premio, que fue entregado en la ceremonia de Inauguración del año académico 2024, reconoce la trayectoria y el aporte significativo de los creadores de la casa de estudios, cuyas contribuciones inciden de manera notable en el campo cultural y académico.
En esta oportunidad, Marco Antonio de la Parra fue elegido en forma unánime por el jurado visado por la Comisión de Creación Artística de la Universidad, y que fue integrado por destacadas personalidades del mundo de la Cultura y las Artes.
Marco Antonio de la Parra es psiquiatra, escritor y dramaturgo, miembro honorario de la Academia Chilena de Bellas Artes, director artístico del Teatro Finis Terrae y director de la Cátedra Siglo XXI de nuestra casa de estudios. y docente de la Escuela de Teatro Finis Terrae.
Su gran pasión, desde los 16 años como él comenta, ha sido el teatro y la dramaturgia. A lo largo de su destacada trayectoria artística se ha desempeñado como actor, director, autor de ensayos, novelas, cuentos y libros juveniles.
Trayectoria, obras y premios
¿Cuál fue tu primera impresión al recibir la noticia que habías sido galardonado con el Premio a la Creación Artística?
– Mira, fue un poquito plop, un poquito sorprendido. Se había hablado de la postulación, pero ya son tantos los premios que uno no ha ganado que uno se olvida, y de pronto se realiza este deseo (…) Me desconcerté un poco, pero luego me puse muy contento porque hay mucho trabajo, hay mucha gente con la que he compartido. Siento que este premio involucra a compañeros y compañeras de la Escuela de Teatro, sobre todo, y de la Universidad en general. Entonces es un premio muy emocionante.
Mencionas que es un logro para ti y para la Escuela de Teatro, pero también haces alusión a los premios que no has ganado ¿Cómo tomas eso?
– En realidad lo más frecuente es que uno pierda los concursos. Uno postula, y algunos salen y otros no. Son muchos más los que no, y uno va ganando esa costumbre. Yo empecé temprano concursando en cuentos. A los 16, 17 años parto con lo que era en ese tiempo el concurso de cuentos de la revista Paula, que era muy prestigioso y perdí, perdí, perdí. Y a los 19 años estudiando Medicina gané el primer premio.
Desde ese tiempo ya han pasado algunos años y has desarrollado una exitosa carrera. En junio de 2023 se estrenó “Crime Video” que se convirtió en tu obra n°100. ¿Cómo fue el proceso creativo para llegar a “Crime Video?
– Es una parodia de la cantidad de thriller de bosque con niñas perdidas. Yo me saturé un poco, y por eso escribí “Crime Video”, que se iba a llamar Netflix, así de frentón, pero había todo un problema de patente(…) Yo tenía ganas de escribir una obra mala. Una obra mala que se pareciera al registro de esas obras que abundan en el streaming. (Al decidirme a hacer esta parodia) me encontré con un amigo y director talentosísimo, Pancho Krebs.
De tus 100 obras, ¿cuáles recuerdas con especial cariño?
– Sin duda “La pequeña historia de Chile” es una obra que adoro. La escribí para que sea hecha por profesores y actores aficionados con los mínimos recursos. Otra obra es “La secreta obscenidad de cada día” que está cumpliendo 40 años de estreno en estos momentos, y también tiene la misma característica, muy barata. “Lo crudo”, es una obra infinitamente más compleja, cuando la veo que la ponen de nuevo en escena, me digo uff esto que trata de decir, la obra es oscura y eso fascina a cierto sector.
Pero hay una obra que me gusta mucho a mí, bueno dos obras: una que no ha podido encontrar su puesta, que es “Las variaciones sobre el teatro de la muerte”, es una reflexión sobre el teatro, bastante más compleja, sutil y poética. Y un monólogo que hice, dirigido por Julio Mincheira, que consiguió que yo fuera un buen actor, que es “El loco de Cervantes”.
Yo me comporto como un dramaturgo extranjero, o sea, no voy a todos los ensayos, no estoy encima, pero de repente llego. Y eso hace que mis textos puedan ser muy grandes, muy largos, porque van a recibir muchos tijeretazos. Entonces yo sé que es así el trabajo. La obra perfecta la prueba el escenario.El escenario te dice ya, ahora sí está la obra.
Cuentas que te has dedicado pocas veces a actuar ¿por qué eso?
– Porque es un trabajo feroz. O sea, la dedicación que exige el trabajo actor es muy fuerte. Como dice Eugenio Barba, un actor es un cantante, un bailarín. Uno tiene que sacar atributos y capacidades de cualquier parte para poder convertirse en esa herramienta del director, para poder desplegarse, y eso requiere mucho tiempo, mucha dedicación. Soy psiquiatra, tengo un trabajo muy exigente, entonces cuando llega me da por actuar uff.
Yo creo que con los años me he vuelto más timorato con el escenario. Las piruetas que hacía en “La secreta obscenidad de cada día”, hace 40 años, 30 años, eran insólitas. Podía ser un payaso, un clown y jugar con la performance, pero no, no, ahora estoy mucho más respetuoso. Ahora quiero dialogar con los directores, quiero buscar esos hallazgos, pero en equipo.
Docencia y Finis Terrae
Llevas varios años con una conexión importante con la Universidad Finis Terrae. Actualmente eres director artístico del Teatro Finis Terrae, director de la Cátedra Siglo XXI, docente de la Escuela de Teatro. ¿Qué significa para ti cuando te dicen Universidad Finis Terrae?
– Es la casa de uno. Cuando cuando surgió la oportunidad de dirigir la Escuela de Literatura, me encontraba con un amigo como subdirector, que es Antonio Stornol. Entre los dos hicimos un diseño de escuela: trataba de ser rompedor, original, y atractivo, que funcionó bastante bien hasta que de pronto el rector Cubillos me llamó para dirigir la Escuela de Teatro.
Ahora, Dramaturgia, que es el ramo que enseño actualmente, lo he podido desarrollar en talleres internacionales, oficiados por la Finis, en los cuales tengo alumnos mexicanos, colombianos, argentinos, españoles, y ahí junto a Benito Escobar juntamos grupos de máximo 10 a 12 alumnos. Es un trabajo de varios meses y muy cuidadoso, atento a las señales y talento de cada uno de los alumnos, estimulándolos y haciéndolos sorprenderse. Ese es un trabajo creativo que a mí me encanta. O sea, si tú me dices de mis trabajos creativos qué distingo, te voy a decir mi tarea como docente.
La docencia permite que de este trabajo creativo se logren varias cosas…
– Me encanta el pregrado pero también el posgrado. Trabajar con chicos que ya eligieron escribir, y traen sus mundos propios. Son mundos de los cuales uno se sorprende, son mundos originales e historias personales que tienen una profundidad que no se puede llegar cuando se está empezando, que ya tengan cierto rodaje.
Descubrí que para enseñar es muy importante ponerse en el lugar del alumno y ojalá desaparecer de la clase. O sea, el maestro fantasma, el maestro ausente. Más que un par, es alguien que no está, que permite que los procesos se desarrollen, que estimula a que se muevan, más que enseñar, imponer, entregar material o información.
Sociedad y arte
La docencia y el teatro te permiten dialogar constantemente y visualizar cómo está la sociedad. ¿Cómo ves actualmente a Chile?
– Con Chile tengo una relación que es la de mi generación, una relación perturbada, adolorida, que ha vivido muchos conflictos, y muy serios. Siempre está yendo y viniendo al preguntarse sobre Chile. En muchas obras toman ese material, algunos lo abandonan, algunos lo usan como metáfora: el caso de “Lo crudo”, por ejemplo, “La pequeña historia de Chile” lo lleva en el nombre.
Hay una obra mía que es demasiado larga, por eso no se ha puesto en escena más que una sola vez, que se llama “La historia de Chile contada por los pobres muertos con el permiso de los ricos vivos”. Es la historia de Chile hasta la elección de Allende (…). Yo quería que terminara ahí, tenía dos partes. Ahora me doy cuenta que hay que escribir la tercera, hasta el estallido.
¿Podrías escribir esta tercera parte, está en tu cabeza?
– No está en mi cabeza todavía. Yo estoy vigilando el país. Yo creo que los artistas somos vigilantes, somos faros, somos guardias, estamos en alerta frente a lo que está sucediendo y nos preocupa el país. Y esa preocupación la transmitimos e invitamos a la experiencia del espectáculo. Para mí el espectáculo es muy importante: que el espectador se fascine, se entretenga y se deslumbre y le quede una bala entre los ojos. Pero que tenga una experiencia única..
¿Y cómo crees que el arte puede contribuir a una mejor sociedad?
– El arte funciona como los sueños para una sociedad, como los sueños en psiquiatría, que tú repasas en los sueños tus temores, tus deseos, corriges, intentas revisar lo que te ha sucedido. ¿Entonces, dónde lo revisa la sociedad? En su arte. El estar leyendo nuestros sueños, nuestro arte, nos permite saber más sobre nosotros.
Sueños y temores
Aparentemente se pudiera pensar que dedicarte al mundo del arte permite mayor libertad para soñar la realidad y crear nuevos mundos: ¿Con qué sueñas en tu vida? ¿Cuáles son tus temores?
– Uff, con lo que venga. Los sueños tienen una libertad propia, no se mueven a su aire, yo los dejo llevarse de un lado para otro, y entonces estoy escribiendo y proyectando varios elementos a la vez, varias historias, varias obras de teatro.
Y algo más personal. En tu vida ¿con qué sueñas?
Lo único que quiero es tener salud. La salud me ha golpeado de repente los últimos años. Me he recuperado, pero esto de la edad es tremendo, porque uno no sabe cuánto te toca, y ahí estoy a veces en que no escribo más, y leo, que es mi otro vicio. (…) Entonces lo único que pido es salud para quizás hacer algunas cosas y a veces más que hacerlas, ver cómo están haciéndolas otras personas.
Por ejemplo, trabajé recién con Jesús Urqueta, en “Stalin”, de Gastón Salvatore. Fue un trabajo muy bonito. La obra no era mía, pero era lindo seguir el trabajo creativo de Jesús. Entonces, no quiero abandonar eso, no quiero irme todavía de este mundo sin encontrar quizás una obra que sospecho va a ser religiosa, por mi preocupación por las religiones.
Y en este tiempo donde quieres salud para seguir viendo y para seguir haciendo cosas, ¿a qué le temes?
– A que pasados los 70 años tú ya sientes, como dice la canción de Sui Generis, sientes que la muerte entra y se sienta en tu cama. Se sienta en tu cama y te mira, te enseña cosas también, no cesas de aprender. Pero también te dice, bueno ¿cuánto tiempo te queda?, ¿Qué quieres hacer en este último tramo del segundo tiempo? cuando te queden 15 minutos o 10 por jugar.
¿Eso te da miedo?
– Más que miedo, lo que dan los últimos minutos de juego, los cambios en el último minuto, es la sensación de que hay que elegir quizás una obra y quizás ninguna. Ya sólo leer, ya solo ir a ver un estreno en otro país, quizás encontrarse con los talentosísimos directores y directoras, con los que uno puede trabajar, y esperar… Quizás parezca una última obra, quizás no.