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Rector Cristian Nazer invita a la comunidad universitaria a reflexionar en Semana Santa

A través de una carta, la autoridad universitaria instó buscar un sentido profundo y de trascendencia en nuestras vidas.

Publicado: Abril 6, 2020

Querida comunidad universitaria

Hemos entrado en la semana más importante para los cristianos, aquella en la que conmemoramos (recordamos y revivimos) los misterios de la pasión, muerte y resurrección de Jesucristo. Es por ello que quisiera compartir con ustedes algunas reflexiones personales que no sólo  están pensadas para quienes profesan la fe cristiana, sino también para toda persona que busca “algo más”, un sentido profundo y de trascendencia en su vida. Como bien dice el Concilio Vaticano II, “Cristo manifiesta el hombre al propio hombre” (Gaudium et spes, 22) y por ello todos podemos encontrar en sus enseñanzas y ejemplo un modelo de crecimiento personal y de compromiso con el prójimo.

Hace poco más de una semana asistimos conmovidos a una escena que quedará en nuestras retinas por muchos años: un hombre anciano, vestido de blanco, subiendo los escalones de una plaza de San Pedro vacía, al atardecer y bajo una suave, pero constante lluvia. Qué imagen más evocadora de lo que, sin duda, todos estamos viviendo. Nos sentimos solos, indefensos ante aquello que no entendemos del todo y que escapa a nuestro control. Nos hemos vuelto vulnerables, o más bien, hemos tomado conciencia de cuán vulnerables somos y siempre hemos sido.

Nuestras seguridades humanas ya no están. Todo lo que planificamos ha caído en la incertidumbre y lo que creíamos sólido aparece hoy debilitado. “La tempestad desenmascara nuestra vulnerabilidad y deja al descubierto esas falsas y superfluas seguridades con las que habíamos construido nuestras agendas, nuestros proyectos, rutinas y prioridades”, decía el Papa en el atrio de San Pedro, y continuaba: “Con la tempestad, se cayó el maquillaje de esos estereotipos con los que disfrazábamos nuestros egos siempre pretenciosos de querer aparentar; y dejó al descubierto, una vez más, esa (bendita) pertenencia común de la que no podemos ni queremos evadirnos; esa pertenencia de hermanos”.

Ante la realidad de nuestra fragilidad hemos quedado expuestos tal como somos, sin importar nuestra condición social, nuestras capacidades profesionales o académicas o las falsas seguridades que hemos buscado en el poder y el dinero. Todos estamos en el mismo barco y en la misma condición, nunca tan iguales como en estos momentos.

Ese mensaje de descarnado realismo es al mismo tiempo, y espero que lo sea para ustedes, un mensaje de esperanza. Es precisamente nuestra fragilidad, esa condición “humana” y transitoria, la que Cristo ha venido a redimir y salvar. “El Señor nos interpela y, en medio de nuestra tormenta, nos invita a despertar y activar esa solidaridad y esperanza capaz de dar solidez, contención y sentido a estas horas donde todo parece naufragar. El Señor se despierta para despertar y avivar nuestra fe pascual. Tenemos un ancla: en su Cruz hemos sido salvados. Tenemos un timón: en su Cruz hemos sido rescatados. Tenemos una esperanza: en su Cruz hemos sido sanados y abrazados para que nadie ni nada nos separe de su amor redentor.”

Estamos solos, aislados, pero, como nunca, estamos llamados a descubrirnos unidos. A apreciar que más allá de las relaciones sociales y físicas, de los quiebres, de las potencialidades y miserias propias y ajenas, hay un algo que nos une y nos renueva, algo que incluso en la diversidad genera armonía. Es el espíritu de Dios, al que llamamos amor, el que nos reúne y renueva.

Aprovechemos el forzado recogimiento en el que nos encontramos para vivir, quizá como nunca antes, una Semana Santa profunda, destinando tiempos a la oración en familia y personal, en los que contemplemos el misterio de la Cruz que nos abre el horizonte a una vida nueva, a una vida de resurrección.

Propongámonos vivir esta Semana Santa al interior de la barca que los Evangelios nos presentan. La barca es una invitación a rezar unos por otros, especialmente por aquellos con quienes estamos distanciados e incluso por los que no conocemos, pero sabemos que están sufriendo. Hagamos gestos concretos de amor y de compromiso con aquellos a quienes la incertidumbre y las restricciones los golpean más fuerte.

La barca de hace 2.000 años, al igual que la de hoy, tiene signos de muerte muy concretos, pero que, por la presencia de Cristo, se transforman en símbolo de salvación. Si bien en Cristo los procesos son siempre paradójicos y los caminos insospechados, la promesa de salvación es real y está abierta al sí que cada uno de nosotros puede dar. Confiemos, confiemos de verdad, Dios jamás abandona.

En este espíritu les invito a releer ese mensaje del Papa Francisco del viernes 27 de marzo que les compartí en un anterior comunicado y también a visitar virtualmente nuestra muestra de la Sábana Santa. En ambos recursos encontrarán alimento fecundo para la esperanza. Así mismo tengan en cuenta los diversos materiales y enlaces que tenemos en nuestra página web para ayudar a vivir de mejor manera la Semana Santa.

Démosle la oportunidad a Dios de tocar nuestros corazones y sanar la heridas que llevamos dentro, los frutos serán inimaginables. Que Dios cuide y bendiga cada una de nuestras familias.

Cristian Nazer A.

Rector

 

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